Un ejemplo del múltiple pensamiento femenino en la vida cotidiana: “¿Me acompañas al supermercado con el auto? En el camino dejamos la ropa en la tintorería y aprovechamos para buscar a Julieta que está en lo de una amiga. Ya que estamos, yo me bajo ahí y mientras vos buscás el saco que mandé a arreglar. Después paso por lo del zapatero… y nos encontramos en el supermercado en la planta baja en el sector de cajas y…”. ¡¡¡¡BASTA!!!!! Dice el cerebro masculino que literalmente no puede seguir ese proceso de pensamiento multiacción sin estresarse y pedir socorro.
El presente articulo está extraído del capitulo 5 del libro
http://www.bajalibros.com/…/Carlos-Sterin-y-Ruben-Szych-Aut…
Que la mujer adquiera información
sobre las características del funcionamiento cerebral es un aporte
significativo para poder actuar y avanzar en su desarrollo como mujer y
emprendedora.
El cerebro de la mujer es más pequeño
que el del hombre (para aventar bromas, aclaramos que se adecua a un cuerpo
femenino que en general es un 25% más reducido que el del hombre). Se supone
que, como consecuencia de esta disminución de tamaño y para no reducir su
efectividad (necesaria para la supervivencia), el cerebro femenino desarrolló
más redes neuronales y un mayor número de interconexiones entre los hemisferios
cerebrales, lo que le permite mayor interconectividad y otra modalidad de
funcionamiento.
A raíz del proceso evolutivo y de
selección natural que la división obligada de tareas exigió para lograr la
supervivencia de la especie, se infiere que el cerebro
femenino
aprendió a pensar y procesar información en paralelo, es decir, a generar
pensamientos sincrónicos.
Pensemos
en un mundo natural donde la hembra debía en simultáneo cuidar a sus crías,
evitar que se acercaran depredadores, buscar alimento, competir con otras
hembras, cuidar su espacio de poder en la manada, etc., etc., etc. Todas estas
cuestiones debía realizarlas prácticamente al mismo tiempo, ya que de eso
dependía su supervivencia y la de su descendencia. Esta circunstancia generó un
modelo de pensamiento múltiple y paralelo, que por supuesto se mantiene vigente
en el mundo actual (artificial y diferente al milenario mundo natural), y con
un ritmo que a los hombres les resulta muy complicado seguir.[1]
El cerebro del hombre se articuló a lo largo
de la evolución para pensar y actuar dando solo un paso por vez… Como se verá,
resultan comprensibles las dificultades de interacción entre dos géneros con
cerebros diferentes que deben compartir innumerables decisiones en la vida.
Cabe aclarar que a la mayoría de las mujeres les resulta difícil comprender
esta actitud “cómoda” de los hombres de no hacer un pequeño esfuerzo solidario.
Los cerebros humanos no se han modificado en los últimos 150.000 años. Han evolucionado para sobrevivir en un mundo natural que no es el que habitamos hoy: un mundo artificial creado por nuestros cerebros pero desalineado de lo que éstos pueden soportar.
Literalmente, desde su modelo de pensamiento
múltiple las mujeres no comprenden qué ocurre con esos seres que tienen cerca y
que no hacen todo lo que podrían. La frustración las obliga con resignación (y
no sin un posterior pase de factura) a aceptarlo.
Debemos explicar
aquí que el cerebro del hombre, que deriva del macho primitivo en el mundo
natural, tuvo que aprender a funcionar y pensar secuencialmente. La tarea casi
exclusiva del macho era la de cuidar el territorio, evitar que otras especies
extrañas o familiares lo invadieran. Si esto ocurría, era desplazado del
espacio de posesión de sus hembras, y por lo tanto su descendencia y su fuente
de alimentos corrían peligro. En consecuencia, el macho necesitaba el
pensamiento lineal y hoy continúa con el mismo esquema: primero una cosa, luego
la otra.
No es difícil de
entender lo complicada que resulta la convivencia armónica de dos cerebros
diferentes que cohabitan en un mismo sistema. A esto se suma el desconcierto
del cerebro masculino al comprobar que la mujer de una manera súbita comienza a
invadir territorios y espacios que durante miles de años no tuvo que compartir.
Una de las consecuencias de estos modelos de funcionamiento es la dificultad de
compartir trabajo; por desconocimiento, las delegaciones de un lado o del otro
no contemplan estas cuestiones, situación que genera dilaciones, malos
entendidos, pérdidas de tiempo, duplicidad de acciones, etc.
También el
desconocimiento de estos temas por parte de los responsables organizacionales
agrega una variable más a una imperfecta distribución de roles, tareas y
funciones. Por ejemplo, en general las mujeres podrían resultar más eficaces
para ciertas funciones que requieren diversidad, simultaneidad, solapamientos,
y seguramente los hombres podrían desarrollarse mejor en responsabilidades que
exigen más selectividad y profundidad. Dicho de otra manera, la mujer tiene la
capacidad de llevar a cabo acciones multifacéticas que requieran abrir, pensar
y actuar en varios frentes simultáneamente: recursos humanos, medicina clínica,
administración, informática; en cambio, los hombres son más propicios para el
campo de la búsqueda sistemática y profunda: operaciones manuales de
concentración, científicas, investigación, filosofía, planeamiento estratégico,
etc. De ninguna manera ésta es una regla cerrada: hay excepciones y las
observamos cotidianamente. Por ejemplo, es común percibir que los gerentes
fabriles de alto potencial “están en todo”,
le suman a un cerebro multi-task
profundidad en cada tema y rigurosidad en el seguimiento –no lo digamos muy
fuerte, porque a estos ingenieros “fierreros”, como se les dice en la jerga,
¡no les gustaría nada que se divulgue que gran parte de su capacidad se basa
netamente en un cerebro con cualidades femeninas!–. En estos casos, los
colaboradores varones (y también mujeres) suelen desconcertarse y volverse
literalmente locos intentando seguir su ritmo.
Por otra parte, puede observarse cómo algunas
mujeres han desarrollado la capacidad de aplicar ambos cerebros en el campo
laboral y con extraordinario éxito conducen procesos y a personas con un
dominio de campo estupendo. Si sumamos a esto que algunas de ellas son bellas,
podemos asegurar por experiencia propia que no resulta fácil la aceptación
envidiosa de las colaboradoras
(ambivalentes
entre el orgullo de género y la sensación de inalcanzabilidad) y el recelo de
los machos que con serias dificultades tienen que aceptar el liderazgo femenino
de manera obligadamente neutra, disimulando o reprimiendo las variables
tradicionales entre líderes y seguidores: competencia, recelo, envidia, etc.
Ahora se suma
esta cuestión nueva, desconocida en las generaciones anteriores: no poseer el
dominio de las hembras, el campo territorial propio del género masculino. No
nos engañemos: aunque un macho posmoderno se vista todas las mañanas, y en
algunos casos use perfume y casi siempre desodorante, la mayor parte del tiempo
no puede impedir que su mono se escape a pesar de los afeites.
Tampoco es
difícil entender cómo el cerebro femenino tuvo que esforzarse para entrar en
territorios nunca explorados, compitiendo contra otros cerebros masculinos que
además inventaron el sistema a su semejanza. Sin experiencia previa estos
cerebros femeninos no encontraron otro mecanismo más rápido (así funciona el
esquema evolutivo) que imitar lo que aparentemente funcionaba y lograba
resultados de poder.
En síntesis, la
mujer ha tenido que realizar un increíble esfuerzo adaptativo (con resultados
disímiles, al igual que los esfuerzos masculinos en otros campos) para
funcionar en estructuras fundadas por cerebros masculinos que fueron
articulados armados a su imagen y semejanza. Un modelo basado en gran parte en
la fuerza y el poder (testosterona), vehemencia, impulsividad, competitividad extrema, agresividad e inadmisibilidad de compartir el
reinado de poder (territorio, hembras, alimento, aseguramiento de continuidad de
su propia progenie).
Un ejemplo
interesante es lo que ocurre con el diseño arquitectónico de la administración
pública: el Palacio de Justicia de Buenos Aires tuvo que ser remodelado cuando
una mujer fue designada jueza de la Suprema
Corte de Justicia. Hubo que reestructurar la planta para…
¡construir un baño para la jueza! Los que elaboraron el proyecto jamás pensaron
que una mujer ocuparía un sitio en un reino que fue creado por hombres para ser
ejercido “por siempre” por hombres.
En resumen, la
mujer en la adaptación ha tenido que copiar una forma de pensamiento que no es
natural de la hembra, e incluso en la mayoría de los casos ha tenido que dejar
de lado en el campo laboral una de las más valiosas herramientas de
funcionamiento: el pensamiento simultáneo y paralelo. Disminuidas en su
potencial natural y con aproximadamente un 25 a 30% menos de volumen corporal,
se están haciendo su espacio en este mundo del emprendimiento y el management.
Nos resulta imprescindible
explicitar que cuando desarrollamos este capítulo partimos de la premisa de lo
que denominamos “el estado emocional equilibrado” de la mujer que al igual que
el hombre debe luchar contra sus instintos primarios emocionalmente reptílicos
(amigdalinos) y peligrosos. Nos referimos a la mujer que también debe pasar de
ser humano a “persona”. Construirse como persona más allá del género.
Machos y hembras de la
especie humana tienen el desafío de aprender y entrenarse en su prefrontalidad.
De lo contrario sólo suplantaremos los rasgos negativos de la cultura masculina
por otra tan perjudicial como puede ser la de una hembra impulsiva y dominante.
Fortalezas
y debilidades de las mujeres emprendedoras
Hay mujeres que se destacan por su
enorme capacidad de llevar a cabo con compromiso y responsabilidad varias
tareas y acciones en simultáneo, siendo valoradas y premiadas por estas
competencias. Sin embargo, su punto débil y donde manifiestan frustración es en
la competencia por el poder, en la imposibilidad de lograr desarrollarse
jerárquicamente, perdiendo posibilidades ante hombres con mayores habilidades
políticas u otras mujeres con características de pensamiento masculino, hábiles
en mostrarse en el momento correcto en el lugar indicado.
Otras se manejan
adecuadamente en las tareas cotidianas, operan con destreza las competencias
requeridas, pero se muestran inseguras en el momento de tener que liderar
personas o desarrollar tareas o acciones más estratégicas.
Algunas mujeres
logran crecer jerárquicamente y descubren la tensión insalvable (con más
intensidad que en la mayoría de los hombres) de lograr un mediano equilibrio
entre la felicidad afectiva, la posibilidad de pareja, la formalización de una
familia, hijos y el éxito laboral. En general, para la mayoría de ellas resulta
arto complicado lograr todos los objetivos simultáneamente, sin sentir culpa
moral y de trascendencia.
En las mujeres
que optan por un desarrollo emprendedor independiente existen otro tipo de
problemáticas, pero desde nuestra visión poseen algo más de flexibilidad para
desarrollarse que las que se desenvuelven en relación de dependencia.
En todos los
casos, claramente pagan un alto precio, entre ellos, la resignación del
paradigma maternal, sufren terriblemente
el tironeo, el estrés y la tensión de dejar de lado a sus hijos y a su familia
en pos de una necesidad cultural y evolutiva que todavía no encontró su
equilibrio. Las parejas masculinas mayoritariamente aceptan y apoyan este
desarrollo (desde su cerebro pre frontal), pero el cerebro emocional lucha con
el nuevo mapa que escapa a los esquemas milenariamente establecidos: la pérdida
de control y dominio, la aceptación que muchas de estas mujeres sostienen el
hogar o ganan más dinero (el poder del dinero durante siglos le dio el control
decisional al hombre en la pareja), el nuevo lugar del varón en la pareja
tampoco es una situación que desde el cerebro mamífero femenino se encuentre
totalmente claro, generando en muchos casos disfuncionalidades en la sexualidad
y en el “respeto”. Estos son por supuesto solo algunos de los aspectos que
rodean a este campo complejo.
Algunas mujeres
(seguramente las que por genética y contexto lograron avanzar sin perder sus
características netamente femeninas) tienen la magnífica posibilidad de agregar
valor a la tarea: han sumado algunas particularidades tomadas de lo masculino y
le han agregado un modelo accionable como consecuencia de su pensamiento
múltiple. De este modo, logran una mayor eficiencia y eficacia, y agregan además
la estupenda sensibilidad y sensualidad de lo femenino.
Aceptar
las diferencias (una mano tendida al lector)
ü Una de las primeras
situaciones que surge es el redescubrimiento del potencial femenino
(informarse, aprender, descubrir) comenzar lentamente a probar y a poner a
prueba de menor a mayor el modelo femenino, es decir, comenzar con cambios de
bajo riesgo que, si salen mal, no retrasen el proceso global (como sucede con
la mayoría de los cambios, es conveniente aminorar el estrés para que resulten
efectivos). Progresivamente es posible aumentar la complejidad, pero ya con el
entrenamiento previo. En síntesis, proponemos lo que en neurociencias se llama entrenamiento en frío (practicar con
diálogos internos, a modo de un ensayo teatral, para luego llevarlos a la
acción).
ü Un desafío en sí mismo es
comenzar a poner en duda (primero con un procesamiento interno de la
información) el estándar masculino imperante de la razón y el poder. Desde
nuestra perspectiva, este cuestionamiento implica la no confrontación, pensar
generativamente, no sólo pelear por la posesión de la “verdad”. Beneficiar el
pensamiento y reflexionar con un menor grado de territorialidad desde un
esquema natural femenino, desde la inteligencia intuitiva de la mujer.
ü La mujer debe aumentar su
autoestima (que es diferente a la del hombre) para negociar desde un mismo
umbral sus ideas. Lo femenino implica que confrontar una idea no es
necesariamente la conquista de un territorio, el desplazamiento del otro.
ü Es necesario que las mujeres
presten atención a su esquema cerebral y se informen sobre el del hombre. A
modo de ejemplo (hay muchas excepciones en el terreno de la sexualidad “en el
trabajo”) señalemos la sensualidad femenina: la necesidad de seducción (de
“producirse”) del cerebro femenino es codificada por el varón automáticamente
como genitalidad y sexo (así funciona en general el hombre). Concientizar este
tema y cuidar ciertas formas –por ejemplo, no jugar “inocentemente” perdiendo
el eje del equilibrio– evitará confusiones y desagradables conversaciones
posteriores para intentar poner en claro el equívoco. La seducción femenina es
una de las formas de “poder” ante el hombre, y ha sido funcional durante
siglos. No importa en este momento si la complicidad del cerebro masculino fue
inducente, lo valedero es la toma de consciencia y el compromiso consecuente,
que llevará a la mujer a subir otro escalón en su desarrollo.
ü Al varón agresivo se lo ha
tratado de domesticar en diversas situaciones como líder social, político o
empresarial. La mujer, por su parte, ha padecido en infinidad de circunstancias
la discriminación: exclusión, desprecio, trabas para acceder a una adecuada
capacitación, etc. Aun hoy en una selección de personal para innumerables
tareas, se considera un “riesgo” contratar a una mujer divorciada con hijos. No
obstante, la lucha continúa. Por ello, nuestro mejor consejo es no formar parte
del juego discriminatorio, no disfrazar los motivos de discriminación a las
mujeres emprendedoras: quizás se puede bromear en alguna entrevista: “A pesar
de ser mujer, pienso que…”). Comprender (que no significa avalar o aceptar) a
una sociedad discriminadora puede resultar beneficioso en el corto plazo. Hay
que trabajar sobre este mal social, y remitirlo. Una estrategia es no exasperar
al monstruo discriminador: desplazarlo a través de la inteligencia femenina y
la capacidad de ayudar a reflexionar para mostrar el beneficio de la aceptación
(la cual, si se logra, no es sólo para uno de los géneros sino para todos).
ü En definitiva, ¿hay una
fórmula para que una mujer se maneje en este mundo del emprendimiento con
mayoría de presencia masculina? Creemos que sí: debe aprender más sobre su
identidad femenina; desplegar con respeto y cuidado su inteligencia de mujer;
desprenderse de a poco de los hábitos negativos masculinos inservibles y poco
prácticos; copiar las prácticas masculinas más saludables; permitirse descubrir
y descubrirse; cuidar sus espacios y ayudar a otras mujeres en la construcción
de una masa crítica necesaria para equilibrar en una primera etapa la
supremacía masculina.
ü Estas sugerencias han sido
escritas por varones (y fueron cotejadas con mujeres). Constituyen una
propuesta honesta, porque pensamos que este mundo necesita con urgencia cambios
profundos. La complementariedad y la necesidad apremiante de revisar los
paradigmas del poder nos hace responsables de escribir estas ideas y este
capítulo.